El arte es una mera actividad, y el que la ejecuta como es debido, se le llama artista. Dentro de todo el cúmulo de actividades existen las bellas artes. La pintura, que se desarrolla en la mayoría de los casos como una actividad solitaria, es considerada un medio para plasmar algo, “cualquier cosa”. Ese algo debe de representarse tal cual es, debe aparecer ante los ojos del espectador como verdadero.


El dibujo es la base de la pintura, es la construcción, el esqueleto. La “línea” es el origen del dibujo, es aquello que engendra la composición, su génesis. La imagen la percibe el artista y luego la plasma, pero no solo se dibuja lo que se ve, también se dibuja “lo que se piensa que se ve”. Se percibe y se dibuja la relación que existe entre todo lo que existe, la luz y la sombra, lo distante y lo cercano.


Hay que entrenar las manos y los ojos. La línea no solo es materia, no es solo un líquido o sólido que mancha una superficie, es a la vez sentimiento e intelecto, lleva encerrada una característica abstracta que nace en el impulso humano.

En este orden de pensamiento la imagen que se plasma en un dibujo no solo son líneas colocadas con determinado orden y tamaño, son en verdad sensaciones y sentimientos, ritmo, ideas. Las obras maestras tienen su propia vida, te ven y te hacen sentir ese algo que el artista plasmó. Por medio del arte, el artista se convierte en un creador de vida.